Si te gusta conocer el pasado y vivirlo como el propio presente, con gentes que luchan con ilusión y gozan compartiendo sus vidas, puedes sumergirte en el interior del Maestrazgo. Sopla el frío viento de enero, pero la meteorología del alma de las gentes es cálida y acogedora.
Las costumbres, las tradiciones, y el sentir, se mantienen. Apelar a lo viejo y a lo nuevo es en sí una filosofía de vida. Todavía puedes hablar con alguna lavandera entrando por el Portal de la Fuente, bajo la muralla, que mezcle en sus recuerdos con ternura, la Sanantonada con aquellos milicianos capitaneados por un caballero inglés, que le cedieron de nuevo el protagonismo de la historia. La artesanía tradicional, defensa del trabajo manual e íntimamente ligada en sus orígenes a las necesidades de la sociedad rural, es en la actualidad un sector en proceso de renovación y expansión. El cuero, la forja, y la talla siguen vigentes tanto en sus facetas artísticas como utilitarias. Los talleres de cerámica y los telares recuperados en algunos pueblos de la zona, alternan sus producciones con líneas más comerciales y creativas. Buscar y adquirir cualquiera de estos productos es trabajo de viajero paciente.
Aprende a poner el oído en sus gentes. Gentes de todos los oficios y edades, ellos y ellas: herreros, ingenieros, carpinteros, artesanos, ganaderos, agricultores, camareros. De generación en generación, historias que inventan la realidad.
La cultura popular de la comarca suena. Cada valle, cada grupo de masías, cada pueblo, te muestra su personalidad festiva. Las fiestas religiosas o populares, son el acontecimiento social más esperado durante todo el año al que se acogen propios y foráneos. Son ritos que celebran la muerte del invierno y la vuelta de la primavera, en final de las duras tareas agrícolas, la venta de los ganados. Verás engalanarse las numerosas ermitas que jalonan estas tierras y los preparativos de las romerías donde se estrechan los lazos de vecindad entre las gentes. |
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