En función de estas condiciones climáticas, la vegetación natural se adapta asimismo al medio en que se desarrolla. Así, encontramos una interesante variedad de formaciones vegetales, pudiendo diferenciar distintos pisos bioclimáticos, todos ellos articulados por el corredor verde que representa el Parque Fluvial del Guadalope y sus afluentes.
En el sector más septentrional existen formaciones propias de la serie mesomediterránea de la encina. El piso intermedio corresponde a la serie supramediterránea de la encina carrasca en los ambientes más secos, y al quejigo en las zonas más húmedas y frescas. Pinares, carrascales, rebollares y sabinares se recluyen allí donde la actividad humana les ha permitido el desarrollo vegetal, muchas veces debido a la propia inaccesibilidad del terreno. En el sector meridional, por encima de los 1.600 metros de altitud se desarrollan vastos pinares albares con sabina rastrera.
Mención aparte, como decimos, merecen las formaciones ribereñas, especialmente en los tramos altos del Guadalope, en el Pitarque, y en algunos tramos del Guadalopillo: la abundante vegetación, los chopos cabeceros (recuerdo de una explotación secular del medio), marcan un espacio que merece la máxima atención y respeto, y que se constituye, como Parque Fluvial del Guadalope, en la espina dorsal del Parque Cultural.
Este amplio elenco de ecosistemas contiene una variada fauna en la que abunda cabra montés, la nutria, el tejón, el jabalí, la trucha, así como una avifauna de importancia internacional.
El medio natural aporta, pues, importantes valores patrimoniales a lo largo de todo el Maestrazgo, que representan un valiosísimo recurso y motor de muchas de las propuestas de desarrollo iniciadas en esta comarca.
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